El corazón de Patricio Rey se presento en el abasto, ante un Krakovia colmado.
“Es una noche especial, no te la vas a perder, toca el corazón de Patricio Rey!” fue el cantito que entonaron los eternos peregrinos desde temprano en los alrededores del local de Bv. Las Heras 94. La veda electoral obligo a que la fiesta no se prolongue hasta más de las 00:00, por eso desde la tarde y las ultimas horas de sol se empezaron a ver las banderas colgadas de los puentes de la costanera y cada vez mas y mas gente que se iba acercando para la previa.
En Córdoba el Flaco juega de local. Ya sea con la mística montañosa que genera tocando en las sierras en un Cosquín, o en el ambiente intimo que logra en cada uno de sus shows en solitario; verlo empuñar su Gibson SG roja y hacerla sonar tan perfectamente en cada punteo es algo hermoso. Beilinson no toca la guitarra, esta es su eterna amante y él es el mejor de los amantes.
Acompañado por Oscar Reyna, Claudio Quartero, Javier Lecumberry y El Topo Espindola; sus Fakires, el capitán apareció en las tablas de Krakovia pasaditas las 21:30. Todo un chaman: camisa floreada, collar al cuello y su infaltable sombrero hacían juego con las seis cuerdas de la SG que abrió el show con los acordes de “Ángeles caídos”, un clásico que hacía mucho no sonaba y sorprendió en el arranque, bien arriba y con todos coreando el riff. Ahí nomas, el acostumbrado segundo, “Territorio caníbal”.
“Buenas noches Córdoba!” fue el saludo a toda voz de Eduardo, que siempre manifiesta tener una conexión especial con nuestra provincia. La noche del sábado dejo bien en claro el por qué de esa conexión cuando llego el turno en la lista de “Oda a la sin nombre”, el clásico por excelencia de Skay en su carrera como solista, la canción más ricotera de todo el repertorio del flaco. Quizás también la de letra más sentida, un poema dedicado a la finitud humana, a la muerte acompañando cada momento de nuestra vida; no como una rival sino más bien como compañera.
“Ahora vamos a entrar en ‘El engranaje de cristal’”, sentencio antes de arremeter una seguidilla de canciones de su más reciente disco, editado el año pasado. “Egotrip” fue el primero (Palos al Indio? Yo creo que si), bien arriba y bien de cancha. El viaje es otro show, y “El equilibrista” se junto con el herrero “En la fragua” para dar cierre al triplete de presentación del que es el disco más experimental del Flaco.
Es sabido que el capitán Beilinson es de viajar, y eso se ve reflejado en su música. “El redentor secreto” es justamente un pedacito de cultura que tomo para hacer una de sus mejores canciones. Cuenta la leyenda que en la ciudad de Ceilán vivían los ogros y guardaban sus almas adentro de un limón. Ese limón lo corto sin querer un viejo ciego que pasaba por ahí con un cuchillo, y sin saberlo, mato a todos los ogros.
Promediando el show, el pogo más grande del mundo. No importa si es en una de las gigantescas misas del Indio o en las Peregrinaciones de Skay, el sentimiento es el mismo siempre y siempre se invoca a Patricio Rey.
El capitán nos dijo que paraban diez minutos y volvían, y exactamente diez minutos después estaban otra vez sobre las tablas. “Aves migratorias” nos transporto a otra dimensión, la de los pensamientos. Ese lugar donde pasa todo y a la vez nada, lo más profundo de la mente humana donde a veces nos perdemos y no sabemos volver. “Falenas en celo” siguió con la misma premisa, cantarle a lo desconocido. Las metáforas que usa el flaco en sus canciones más introspectivas rozan la perfección absoluta. El amor enfermo, los pensamientos que desgastan, la luz al final del túnel que puede ser una salvación o el calvario mismo, pero que necesita ser sobrepasado para llegar a destino, a un puerto de paz.
Skay le canta a la vida, a la calle, al corazón. “Lejos de casa” y “Flores secas” son esas canciones que hablan de las raíces de uno, del lugar de donde se viene, que muchas veces no es más que una simple calle de tierra pero que puede significarlo todo.
No podía faltar el clásico redondo y de ricota que, según lo que creen muchos, narra la historia de Eduardo, cantada por Carlos Alberto. “El pibe de los astilleros” reventó la mejor esquina del abasto. Seguido, el cierre con otro clásico de primer hora de los Fakires, “El Golem de Paternal”; otra que también no escuchábamos hace mucho y que pinto sonrisas en todos los rostros. Pero no era el final, quedaban los bises…
“El Fantasma del 5to piso” y “Tal vez mañana” inició la ronda final. Es increíble lo coreable de los riffs del flaco, ninguno quedo sin ser cantado. Para el final, Skay decidió contarnos una historia, la misma que nos viene contando desde “La Luna Hueca” (2013) y que desde entonces nos encanta oír. “El sueño del jinete”, la historia de un hombre común que un día mirando hacia el cielo lo deslumbro una señal, y se fue a galopar el cielo montando su caballo con alas de fuego.
Otra noche en la que Beilinson nos regala un poco de su magia y poesía a los Eternos Peregrinos del corazón de Patricio Rey. Salud, capitán, y gracias.
Cobertura realizada por Agustín Martínez, fotografías Elizabet Kenny
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