La fría ventisca no impidió que partieramos hacia “Niceto Club”, para pasar una completa y auténtica jornada de rock. Pier, daba su tercer show dentro da la gira de ocho, que tiene programado a lo largo del país.
“Bohemios rufianes” encargados de abrir la noche, nos hicieron entrar en calor. Y en un abrir y cerrar de ojos, la camisa atigrada de Ramiro Cerezo refulgía en el escenario, abriéndose paso hacia el micrófono.
Un instante antes de abrirse el telón, la gente empezaba a presentir su llegada, y la quería ya. Es por eso que no tardaron en entonar ese histórico canto “Dale Pier”, dejaba en claro que los vinieron a ver, tan “Alucinados como la primera vez”. Incluso antes de que todo esto suceda, desde la vereda, haciendo fila, podía sentirse que “Esta noche toca Pier” – le pedimos al lector que recuerde esta frase, ya que atestigua, que desde un primer momento se podía intuir lo bien que sonarían.
Pero volvamos al presente:
El sonido a punto de zarpar; un suspenso desesperado reina en el campo. Alguien grita “Dale Rama”. Su camisa fluorescente, micrófono empuñado, y de una vez por todas las guitarras se largaron con “De andar elegante”, dándole paso a Ramiro para perforar el alma de todos los presentes. Desde acá, tres temas más en pique, “Late”, canción en que Agustín, con solo dos acordes, yendo de uno a otro, hace tempestades latentes, y después “Herido. Con el que los hermanos terminaron de dar rienda suelta a semejante recital.
Pier cumplío con su lugar de exponente del rock’n’roll nacional, atesorándolo en todos sus aspectos.
Naturalmente, hubo vientos en “Dardos de fuego”, gracias a un saxo nostálgico que acompañaba a una letra de desamor, a la par que Ramiro braceaba para los espectadores, cantando juntos “Naufragando en la soledad”. O mismo las ejemplares guitarras del surf rock, que nadie puede obviar en el puente de “El ritual de los pibes atentos”. Tan bien barrenadas por Agustín, que además entran en plena sincronía con los bajos de Juan Cruz. Así es que de derecha a izquierda, ocupando todo el ancho del escenario, de desplego en señal de victoria, la flameante bandera de este puerto, llamado Pier.
Y qué decir del blues del tema “Mundo en llamas”, al que le sacaron tanta chispa que le rompió una cuerda a Agustín. Obligando a su telecaster color perla a recuperarse por unos minutos.
Pero que los músicos puedan hacer todo esto es más que obvio para una banda con semejante trayectoria, como es el caso de Pier. Si no lo es, consúltenle al público: Hacia el sexto tema Ramiro pedía irónicamente una ayuda memoria, porque era uno que hace mucho no tocaban. Así la letra de “Viajes memorables” provino desde la platea.
Maestría y experiencia: Dos pilares de Pier. Llegó entonces “La ilusión que me condena”, al servicio de los palillos de Roy, quien dispensaba las semicorcheas suaves como un remolino de esta canción, que tanto hacen rodar a los discípulos de la banda. El rock más puro también fue nutrido, luego de una breve pausa, en que Ramiro aprovechó para trocar la camisa del estampado pardo por una remera amarilla de los Stones, cuando sacaron de cuajo a un “Respectable” bien rollinga, radical.
Tocaron las que no tenían que faltar: “Jaque”, y la más reciente “Consuelo eterno”, festejando su reestreno con la tapa del single como fondo de escenario.
Se avecinaba el final. Con “Todo el tiempo”, pero la gente que todavía estaba presente, insatisfecha, no dejaba de clamar por una más. Se encendían las luces, y parecía que todo terminaría. Sin embargo, en este tiempo nadie dejó de gritar, hasta que volvió a abrirse la inmensa bandera de Pier.
Como no podía ser de otra manera, volvieron al escenario con “No me dejes caer”: Al pie de esta letra, los fervientes seguidores nunca se detuvieron. Le siguió “Narigón”, que llegó al cenit del pogo.
Todo terminó con “Sacrificio”, y el estadio entero coreando al unisono: “Esta noche toca Pier”.
Otra ocasión de la mejor y más curtida música nacional para Vieja Escuela, que queda como en un puerto, mirando a los horizontes, sedienta, y a punto de desembarcar. Hace ya un tiempo, Pez nos trajo navegando a las tierras del buen rock, y ahora fue el turno de Pier. Quedamos expectantes ante la próxima destinación, y seguramente nos cruzaremos por ahí.
Crónica realizada por Theo Gabriel Ortega Di Pietro, fotográfias a cargo de Lucas Abregu Castillo para www.delaviejaescuela.com
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