La banda más grande de la República Oriental del Uruguay volvió a La Plaza de la Música, con nuevo show.
La Vela Puerca volvió a pisar suelo cordobés y lo hizo el pasado viernes en el local de costanera, en el recientemente inaugurado “Mercado Alberdi”. Su último disco, “Destilar”, está cumpliendo su primer aniversario y sus canciones siguen siendo la excusa perfecta para renovar la comunión con el público cordobés, aunque esa sensación de comunión que tienen los rituales veleros se haya sentido trunca, extraña. Es que Cebolla y el Enano, a la cabeza, nos propusieron un show nuevo que tuvo sus aciertos y sus contras.
Encargados de abrir la velada, los Cuatro Pesos de Propina calentaron la ex Vieja Usina con un popurri de viejos clásicos mechados con canciones de su vuelta discográfica, “La Llama”, luego de que Diego Rossberg abandonara la banda y su guitarrista Roberto Muñoz se hiciera cargo de la voz y de ser el nuevo frontman. Buena vibra la de los Cuatro pe, habrá que esperar a que vengan con show propio.
Minutos pasadas las 22 hs el equipo titular salió a la cancha y entre sonidos de tormenta y proyecciones de nubes negras y rayos abrió el partido “La sin razón”, viejo clásico que era fija durante los primeros años de “El impulso” (2007). Sin respiro, “Cada Palabra” y “El primero” para cerrar el (inusual) triplete de arranque. Antes de continuar, un no muy cálido “Muy buenas noches, gracias por venir” y el riff identitario de “Sobre la sien”, himno de sus años más reciente, seguido del coro que bien podría ser de cancha de “Velamen”, que inaugura “Destilar” al grito de “¡Otra cerveza por favor!”.
La última vez que pisaron la plaza de la música tocaron el disco de principio a fin, era la prueba de fuego de inaugurar canciones nuevas. No hay que olvidar que la gira la empezaron acá porque grabaron “Destilar” en las sierras cordobesas. Dos canciones sobresalieron esa noche y recuerdo haber pensado “Dales un tiempito y en vivo van a ser una bomba”. Efectivamente, “La Nube” y “Pensar” pasaron la prueba y generaron una mística particular, mística que no se sostuvo durante todo el show pero sí en algunos momentos.
Hasta acá bien, pero raro. Difícil no ser objetivo, había algo que se sentía fuera de lugar. Difícil decir si era como estaba predispuesta la banda en el escenario (los noté más atrás de lo normal, como escondidos), si fue el poco diálogo que mantuvieron con el público o el mismo público que estaba en cualquiera (por momentos el murmullo de la gente se sentia casi tan fuerte como la misma banda). Sin embargo, momentos explosivos no faltaron y uno fue con otro clásico de “El impulso”, “El señor”.
“A ver si me ayudan con esta gurises”, dijo Cebolla antes de regalarnos “La madeja”, una de sus canciones de puño y letra. Seguia sin haber respiro, un medio tiempo que bajara las energias,que diera descanso. “Atala”, “Casi todo” y “Buenas Mascotas” mantuvieron el ritmo al palo hasta que (por fin) el enano agarró la acústica. “Vamos a parar un rato, un rato largo!”. El bloque acústico fue atípico y nos regalo canciones del segundo disco de “Piel y hueso” (2011). “Hoy”, “Buitre” y “Solo un paredón”. Distinto a lo que suele suceder, la gente no acompañó y fue acá donde el murmullo y la falta de atención a lo que sucedía arriba de las tablas se volvio insoportable. Loco, estas en un recital. Disfrutalo. Y sino, deja disfrutar al que tenes al lado. Con “Dice” volvieron a establecer esa mística que se vio poco pero que gusto mucho. El enano leyendo la letra (un quilombo y lo sabemos) dejo que la gente se hiciera cargo de la mayoría y se sintiera nuevamente ese vínculo.
Faltaron hits, pero no todos. “Va a escampar”, “Zafar” y “Haciendose pasar por luz” fueron la fiesta que hacía falta para ponerle un poco de calor al pogo. Tambien nos visito Manolo, y como le gusta desempolvar viejas canciones eligió “Potosí”. El invitado estrella de la noche fue Rally Barrionuevo. El aplauso fue ensordecedor y en medio del estruendo escuchamos a Cebolla. “No viene a hacer la canción que ustedes creen. No somos de improvisar, pero vamos a hacerlo” y no, no sono “La luna de Neuquén”. Igual, los escuchamos cantar a duo con el enano una hermosa samba, “Coplita de amor”. Sin dudas el momento y la foto de la noche.
El final, precipitado e inesperado, tuvo como protagonistas a “Todo el karma”, “… Y asi vivir” y al clásico de “A contraluz”, “Llenos de Magia”. Inesperado porque no iban ni dos horas de show, y precipitado porque fue de golpe. “Hicimos un show nuevo, raro”, sentenció el enano antes de abrazarse a sus compañeros y dar el saludo final. La gente esperaba más, y cantó y arengó “Vamo’ la vela de mí corazón”, pero las luces se encendieron y no volvieron a apagarse.
Las canciones de la vela cuentan historias. Historias de personajes que podrían ser cualquiera. Hace rato no escuchamos la historia de José, El Viejo o El Profeta. Y aunque no nos gusten o no sean las que queremos, la vela eligió contarnos otras historias el viernes pasado, muchas que escuchamos poco o hace mucho no escuchamos. Hicieron el show que querían hacer. Y pocas bandas pueden hacer lo mismo. Pocas bandas pueden salirse del guión.
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