Eran las 20:30 y en un Club Paraguay repleto la ansiedad crecía y se transformaba en ruido de aplausos y gritos en dirección al escenario. Una guitarra, un teclado, pedales y un micrófono esperaban para la apertura de la noche. Iban a faltar todavía 15 minutos para que aparezca Juana, sola, brillante, entre el humo de las máquinas que escapaba por la puerta de emergencia. Una combinación de luces dibujaba su cuerpo y su cara, y parecía tímida y sorprendida de que todos los aplausos fueran para ella. Es que sí, porque no había nadie más. ¿Cómo se esconde una risa, esa que surge con la vuelta después de tanto? Juana agarró su guitarra y abrió el show como alguien que empieza a ingresar en un planeta nuevo. El viaje duraría más de una hora y media pero el tiempo se volvió indiscernible. La libertad, el juego, la imaginación, el poder de una voz. ¿Cómo no disfrutar perderse en ese clima? En un pasaje por canciones de diferentes álbumes, Juana supo dar todo y hacer feliz a un público que a su vez le hacía feliz a ella. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete segundos habrán pasado para que vuelva al escenario a cantar la última canción de la noche. Sí, como alguien que se tiene que ir pero no quiere. Prometió volver. Pronto. Y la estaremos esperando.
Crónica a cargo de Jony Alonso, fotografías Franco Alonso para www.delaviejaescuela.com
Comentarios recientes