Llegó la primavera y en la noche del viernes en Krakovia reinó un sólo color: el negro. Primavera fría, que permitió cumplir con las camperas de cuero y tachas, íconos del heavy metal. Es que se presentó en nuestra ciudad el más grande, Ricardo Iorio. En medio del descanso que se está tomando Almafuerte, el ex bajista y fundador de V8 y Hermética volvió a pisar (¡y qué fuerte!) suelo cordobés para presentar su proyecto solista.
La cita dio inicio a las 22hs puntual en el ya mítico local del Abasto. Los encargados de calentar los motores en la previa fueron los locales de GTX. Pocas bandas tienen el talento de poder sonar bien fuerte, al borde de reventar los parlantes, sin pifiar una sola nota y GTX es una de ellas. Los liderados por Lukas Giorgi dieron un show contundente, cortito y al pie, despachando mayoritariamente canciones de su último trabajo “Me volveré camino”, editado el año pasado. “Escritos” fue una de las más coreadas por el público, que ya estaba colmando Krakovia desde temprano. Poco antes de las 23 se despidieron del escenario, dejando a todos expectantes por lo que iba a venir, y con la satisfacción de que el heavy con tonada se está abriendo paso entre los grandes.
Comenzaron a sonar los primeros cantos. “Iorio lo más grande del heavy Nacional” fue sin dudas el que predominó, dejando en segundo lugar a los gritos eufóricos que sentenciaban, y con razón, que “La H no murió”. Y así, a las 23hs puntual, se encendieron en la pantalla que servía de fondo al escenario, cuatro velas y las luces empezaron a jugar con su intensidad. Falsa alarma, Ricardo aún no estaba listo para subir a las tablas y eso, lógicamente, impacientó aún más al local colmado de remeras negras con siglas de Hermética y Almafuerte. Por ahí andaba algún que otro loco con pilcha de Malón, e incluso de O’Connor, pero también coincidían en que “Iorio es el más grande”; todo perdonado.
Pasaba el tiempo y las velas ahí, ardiendo en la pantalla, consumiéndose. Daban a la batería, armada justo al centro, un aire de minitemplo espiritual de la percusión. Minitemplo que, minutos después, iba a ser golpeado con fuerza por Walter Martínez; aquél que 16 años después de dejar Almafuerte vuelve a compartir escenario con Ricardo. Dupla para el recuerdo.
Faltaban apenas unos minutos para las 23:30, y las luces se apagaron, dejando como única iluminación a esas cuatro velas que estaban ya casi consumidas. Esas velas que sirvieron como cuenta regresiva para que por fin subiera a quien todos estábamos esperando. De negro, claramente, con una especie de campera larga que le llegaba hasta debajo de las rodillas y una cruz de plata colgada al cuello apareció Ricardo, quien entonó con increíble potencia las estrofas de “Buitres”, track 8 del primer disco de Almafuerte y encargado de abrir el show que se extendió durante dos horas. La lista siguió con “1999” y luego el que fue el primer temblor (literal) con “Sentir Indiano”, que Ricardo dedicó a los pueblos originarios de nuestra República. La fiesta recién empezaba.
Continuaron sonando canciones de Almafuerte, viejos clásicos sobre los que Ricardo expresó que “con ellos (Almafuerte) siempre quería tocarlos pero no podía” y dejó bien en claro que como ahora está solo, puede tocar lo que quiera. Comenzaron a sonar los teclados a cargo de Joana Gieco (si, la hija de León) imponiendo un clima tétrico para que luego se escuchara el riff inconfundible y circular de “Los delirios del defacto”, otro que desgarro gargantas y dejo a varios con tortícolis.
Verborrágico reconocido, Iorio no dio notas a los medios en esta ocasión, y durante el show se encargó de tirar un par de palos a la prensa, que le criticó su bajada de decibeles en su último disco “Atesorando en los cielos”. “Dicen por ahí que vengo a hacer un show de versiones y reversiones y que se yo… y yo les digo que no son eso, son mis propios temas y los toco como quiero”. Nos quedó clarísimo maestro, y te bancamos.
Al grito de “cumple sus sueños quien resiste” dio paso a “Sé vos” que fue, sin dudas, la más cantada de la noche por los metaleros presentes, quienes mostraron su costado más sensible, y se permitieron cantar abrazados y hasta incluso un par de lágrimas. Es que Ricardo, a sus 54 años, genera eso: un torbellino de emociones, porque da voz a esas cosas que de vez en cuando nos cuesta expresar en esos momentos difíciles.
Y esos abrazos se multiplicaron excesivamente cuando pudimos oír la primer nota del que probablemente sea el riff más emblemático de Almafuerte. “El abrazo fraternal de un amigo leal a vos te está faltando…” reza el clasicazo “Toro y pampa” que fue el elegido para cerrar la primer parte del show.
A continuación, la banda entera se retira de escena, Ricardo toma un sorbo de lo que seguramente (y a pesar de ser incoloro) no es agua y presenta a los hermanos Carlitos y Jorge Cordone, ambos empuñando sus guitarras acústicas para deleitarnos a todos con “Tangolpeando”, seguido del tango “El adiós de Gabino Ezeiza”, en la áspera voz de un Ricardo que a todo momento se veía sonriente, disfrutando de cada melodía que emanaba de esas dos violas. Cerrando este set de tangos y milongas nos deleitaron con “El último viaje”. De lo mejor de la noche el despliegue y la ejecución instrumental de los hermanos Cordone, que se llevaron un largo e intenso aplauso.
A estas alturas ya se promediaba el show, y la banda decide tomarse un descanso. Se apagan las luces y en la misma pantalla donde antes se veían esas cuatro velas comienza a hacerse visible la imagen del general Juan Domingo Perón dando un discurso (volaron puteadas y dedos en V en el aire, dato de color) seguida de una placa que presentaba el segmento como “Iorio.tv”. Durante los 20 minutos siguientes (quizás fue media hora, las risas constantes impidieron medir el tiempo) se dio una seguidilla de sketchs de Peter Capusotto y sus videos, con personajes como American Psychobolche, los Alta-llanta, Jorge Suspenso. También se vieron escenas de “Cha-cha-cha”, con un Alfredo Casero que se encargó de robarnos más de una carcajada. La risa se hizo general en Krakovia pasada la media noche y dio lugar a lo que todavía faltaba, que era bastante.
“Guitarrera” fue la canción elegida para iniciar esta segunda mitad del show, con la guitarrista invitada Carina Alfie, que gracias a la velocidad de sus dedos ejecutó unos solos increíbles y con ellos voló más de una peluca. El resto de la banda se componía por Walter en batería y Joana en teclados, como ya mencionamos, sumados a Rubén Martínez en guitarra y a los hermanos Alejo y Facundo León, en guitarra y bajo respectivamente. Dato curioso es que los hermanos tienen apenas ¡16 y 20 años! Si tocan así a esta edad, y encima con Iorio, imaginate de acá a unos 20 años. Particularmente espero ansioso ver como se desarrollaran estos músicos en un futuro, que seguro va a ser a puro cuero y metal.
Y como era de esperar, se guardaron lo mejor para el final. Antes del final bien arriba, “Justo que te vas” hizo del homenaje a Roxette otro de los puntos más interesantes del show y justa evidencia de un artista que no se encierra en un solo estilo. Tremenda “power balad”, dejó a todos contentos.
La H no murió, el viernes en Krakovia estuvo más que presente. “Robo un auto” fue el primero, en una versión un poco menos trash que la original pero bien hard-rock y potente. Le siguió “Atravesando todo limite” que desató uno de los pogos más grandes y a continuación, bien espeso y con el ambiente sonoro místico que generan los teclados, se dio paso a “Cuando duerme la ciudad”, el clásico de Hermética con tintes Black Sabbathescos.
“Amistades de tierra adentro” fue un homenaje a los músicos compañeros de ruta de Ricardo que pasaron a mejor vida. En pantalla pudimos recordar a Ricky Espinosa, el negro García López, Pappo, y tantos otros que no alcanzarían mil páginas para nombrarlos. Lagrimón melancólico y de puro hierro.
Lo único malo que tuvo el show de Iorio fue que tuvo que terminar. Inevitablemente todo llega a su fin, y que mejor manera de iniciar ese final que con “Tu eres su seguridad” con las mil personas presentes gritando al unísono “Hombre de mil nombres, ¡nace ya!”.
Las dos del final fueron “Del más allá” y “El amasijo de un gran sueño”, que llegaron justo en el momento en que nos faltaba el aire, la garganta pedía agonizante un trago de cerveza y las patas piedad después de tanto agite.
Hace poco también se presentó, en la misma plaza, PIL, con Johnny Lydon a la cabeza. Quizás musicalmente no tengan nada que ver, pero ambos artistas (cada uno a su tiempo) fueron criticados por la dirección que decidieron tomar respecto a su carrera musical. Lydon, en ese entonces, respondió a los malos comentarios con una frase que describe a la perfección lo que ha hecho Ricardo: “Dicen que me vendí, pero yo evolucioné y ustedes fueron los que se quedaron”.
Quedémonos tranquilos que Ricardo está feliz, tiene ganas de tocar, y eso significa que tenemos toro, pampa y Iorio para rato.
Crónica por Agustín Martínez y Fotografías por Elizabeth Kenny.
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