Un mes y medio después de la libertad condicional y el posterior anuncio de su vuelta a los escenarios (pronto para algunos), el cual marco un amplio margen de fechas para que nadie quede afuera, llegaba el gran momento en el que Patricio Santos Fontanet se encontraba nuevamente cara a cara con su público en la primera de sus presentaciones.
“Una nueva noche fría en el barrio” de alberdi, como nos tiene acostumbrado este otoño descarado, recibió a los fanáticos que en gran masa se desplegaron desde distintos puntos del país, y es que no por nada fue la elección de Córdoba como punto estratégico. La Plaza de la Música se fue poblando de a poco desde su apertura de puertas a las 17:30, hasta el punto en el que las baldosas tenían su propio dueño, enumerando un gran marco de espectadores en la primera noche (estiman voces oficiales cercanas las 5 mil personas).
Desenvueltos en un buen ambiente, numerosos grupos coreaban canciones emblemáticas de CJS en la previa, con ilusión de escucharlas en la voz de su admirado. Pañuelos verdes, remeras negras, corazones en alza, banderas por doquier, en mástiles o colgadas de las barandas que asoman desde el vip, flameaban rezando frases que reconstruyen la historia del amor, el cariño y los momentos vividos en estos 23 años.
En el escenario un gigantesco telón con la figura de un dragón imponente y la leyenda “Don Osvaldo”, tapaba la visión al más allá, pero que al momento de sonar la introducción de la canción emblema, casi a penumbras y con una viva voz del Pato se sintió el unísono del “Imágenes de subir, imágenes de soñar llenando un lugar vacío” despertando la sensación de ojos llorosos cual descarga del corazón, reventando el fervor a la caída del telón en “ser la revancha de todos aquellos, que la pelearon al lado, de cerca o muy lejos y no pudieron reír sin llorar” como en agradecimiento al aguante de estos años.
El primer paso estaba dado, quizás el más difícil, el de la vuelta, el que abolla toda incertidumbre al encuentro. Enganchando los primeros 3 temas (“Rocanrolles Sin Destino”, “Frente al Rio”, “Más Allá”) tras un comienzo furioso, se tomó un respiro para saludar y en el medio tiró “¡No saben lo que ha costado llegar hasta acá hijo!”. Cortita y al pie, síntesis de lo que fueron estos 3 últimos años de los que no podrá hablar, por el momento, como parte de las condiciones que le impusieron.
La extensa selección de temas, 27 en total, marcó un “Vaivén” en la discografía de Callejeros, y en la de su único disco como “Don Osvaldo. Temas clásicos como “9 de Julio”, “Dos Secas”, “Algo peor, Algo mejor”, “Palo Borracho”, “Ojalá se los lleve”, “Ilusión”, “Un Lugar Perfecto”, “Guiños” entre otros, marcaron una noche para el recuerdo que duró casi tres horas, con 4 intervalos para dar aire a la intensidad de los cuerpos que requerían de algún que otro “Vaso Sin Fondo”.
La fiesta de la vuelta se vivió intensamente, ni Eli de Los Gardeles se lo podía perder. Un gran color, ojos cerrados, bocas murmuradoras de letras que se hacen fuego. Un gran despliegue en el escenario mostró a un Pato activo, intenso en cada una de sus canciones, como el desahogo y la entrega total a su público. Sonriente y carismático, metió un par de idas y vueltas con el tecladista Apu Geréz, algunos monólogos de “Rockero-Zen”, y una dedicatoria “para los roqueritos que juegan a hacerse los políticos” -impecable-.
Un destacado a la puesta en escena, que además del terrible trapo del comienzo se le sumó uno de igual tamaño detrás de los músicos, con una imagen a interpretación de cada uno en el mensaje que recibió -¿Mundo submarino donde el reino es de los pescados que manejan el Estado? No sé- a su criterio. Imágen que luego de caído el telón cobraría vida en la pantalla acentuando, quizás, aún más la idea. A medida que las canciones pasaban las visuales se entrelazaban con las letras.
Las últimas canciones fueron fruto del rugido del león gigante que en su boca lucía la bata impecable de Lamas, alboroto de cuerpos inmersos en un pogo recalcitrante. A sus costados el sol rojo furioso iluminaba con su cuchillo apretado entre sus dientes -¿Un Rock para los Dientes?- a las cuerdas de Crispín y Pedi anunciando el final de la noche con cuerdas prendidas fuego en la introducción de una canción ícono de Calleja. “Suena Don Osvaldo lo llevo tatuado atrás del corazón”.
“Suerte” y nada más, no hizo falta despedida, ya que quedan más noches para “festejar también”.
Crónica realizada por Nahuel Navarro, fotografías Martín Cornejo para www.delaviejaescuela.com
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