En abril de este año se confirmó el tour despedida de Black Sabbath en su versión original -salvo por Bill Ward– y con esto llegó la noticia que nos movió el piso a los cordobeses: Ozzy Osbourne, Tony Iommi y Geezer Butler en Orfeo Superdomo. Aunque las visitas internacionales han abundado, esta era inigualable: la banda fundadora del heavy metal llega a un lógico y honrado fin pero además, toca a minutos de nuestras casas. Impensado. Lo cierto es que miércoles 23 de noviembre fue el día en el que cualquier deuda con el rock y el metal, quedó saldada.
A pesar de ser mitad de semana, la gente comenzó a juntarse desde las 17hs; algunos haciendo fila para estar pegados a la valla, otros para pasar las últimas horas, pero todos para formar parte de un ritual irrepetible. Luego de dar puertas, la banda local Hammer calentó las tablas. Si hay banda que merecía estar ahí arriba, era esta. Legendarios del metal cordobés, los Hammer demostraron una vez más el peso de su nombre. En poco más de media hora, la banda descolocó cabezas con su thrash metal, digno de sonar en el Orfeo.
Después fue el turno de los californianos Rival Sons, quienes acompañan a Sabbath desde el comienzo de la gira en enero. La banda es una reencarnación de todos nuestros ídolos del rock clásico y el hard rock. Impregnaron el estadio con un blues rock que nos transmitió la frescura de lo nuevo: el rock actual que recicló el sonido de las bandas legendarias y con una impronta propia, puso en juego nuevamente el groove y los sonidos valvulares.
Pasadas las 21hs, las luces se apagaron y la pantalla mostró la animación del resurgimiento de la bestia, luego del fin de los tiempos. “El principio del fin” predicaba el slogan que tanto escuchamos en estos meses. Y francamente, era lo único que se podía pensar en el momento: muchos recordamos aquel momento en el que escuchamos Black Sabbath por primera vez, la euforia de seguir investigando sobre la banda, colocándola en un pedestal automáticamente; la primer banda de heavy metal, por supuesto que merece el pedestal. No importa la generación, cuando llegó Black Sabbath a nuestras vidas, fue un antes y un después. Justamente este show era para completar el círculo que comenzó con esa primera canción.
Como no podría ser de otra manera, lo primero que se percibió fueron la lluvia y las campanas, esa intro del tema que definió la oscuridad y la mística de la banda: ‘Black Sabbath’ arrancó con los primeros tenebrosos acordes de Tony Iommi y así todo cobró vida y sentido.
El escenario había sido invadido por los arquitectos de la música que conquistó el mundo y reclutó fanáticos como ningún otro género. Ozzy, Geezer y Tony, los gigantes del heavy metal estaban entre nosotros, como un sueño. En la batería los acompañó Tommy Clufetos, la revelación de la última décadas cuanto a bateristas del estilo.
Luego se vino un recorrido por los primeros discos de Sabbath, aquellos que fundaron una impronta: ‘Fairies Wear Boots’, ‘After Forever’, ‘Into The Void’ y ‘Snowblind’, esas canciones que nunca pensaste que ibas a escuchar más allá del disco.
Las luces y las visuales acompañaron de manera excelente a la banda de Ozzy, que estaba feliz de ver la respuesta del público; “We Love You”, “You’re Fucking Amazing” fueron un par de frases que El Principe de las Tinieblas pronunciaba entre canciones.
Aún quedaban más clásicos, como ‘War Pigs’, acompañado de uno de los pogos más potentes. ‘Wall of Sleep’ lo acompañó para luego abrir paso a ‘N.I.B’ con la intro de bajo de Geezer Butler; creador de tantas canciones que cantamos hasta el hartazgo, Butler nos deleitó con su particular forma de tocar metal en un bajo sin usar púa. Pero un recital de metal no es tal sino hay solo de batería, por eso inmediatamente Clufetos nos reventó la cabeza con un extenso solo que nos recordó por qué fue el elegido para acompañar a la banda en esta etapa. Continuó el show con ‘Hand Of Doom’ y ‘Rat Salad’, para seguir saboreando aquel segundo disco “Paranoid” de 1970.
El show llegaba a las últimas canciones, las infaltables: ‘Iron Man’, que nos recordó el riff más famoso del rock. Tony Iommi es de otro planeta, inventó el riff propiamente dicho de lo que terminaría siendo el metal pesado. Afortunados nosotros, que con todo el cuerpo percibimos las vibraciones de la cuerdas del mismísimo demonio.
Según Ozzy, ‘Children Of The Grave’ era la última, que todos debían cantar. Y así fue, “Revolution in their minds the children start to march…” gritó toda Córdoba. Pero quedaba el himno, aquel tema que cambió los parámetros del género con sus dos minutos y medio de duración: ‘Paranoid’ coronó la noche luego de que Ozzy dijera “Let’s go crazy”. Realmente fue una locura, la gente de las plateas bajando a la pista para festejar lo que estaba pasando pero a su vez lo que terminaba: el fin de la banda de heavy metal más grande de todos los tiempos. Se despidieron de la mejor manera: llegando a los fanáticos de todo el mundo. Black Sabbath tocó en Córdoba… Lo demás ya no importa.
Cobertura realizada por Carla Ortiz para www.delaviejaescuela.com
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