Y cuando mi balsa esté lista partiré hacia la locura…

José Alberto Iglesias tendría hoy 72 años. José no terminó sus estudios, no fue parte del sistema. José era un bohemio de ojos grandes que eligió vivir entre acordes de guitarra y sótanos que olían a rock.
Con menos de 20 años actuaba en clubes en el oeste (sí, donde está el agite) donde la gente usualmente bailaba tango, pero él interpretaba las canciones más populares de ese momento del rock and roll. La gente del lugar solía decirle “bailate un tango Jose..un tanguito”, tan repetitiva era la petición que de allí surgió su apodo. José era Tanguito.
A mediados de los 60’s frecuentaba La Cueva y La perla del Once y allí estaba su mundo, gente divagando en sus ideas, zapadas, música y delirios lo suficientemente inspiradores para escribir una noche en el bar de Jujuy y Rivadavia el hit primogénito que daría a luz el Rock Nacional…nacía La Balsa.
Fue la única obra que a Tanguito le brindó ganancias monetarias y al momento de cobrar sus primeras regalías hizo un uso fiel a sí mismo…compró algo de ropa, dos guitarras, muchos discos de vinilo y un combinado Ranser. Aunque también su volátil manera de andar hizo que se los olvide en un taxi!.
Una tarde de hippies en plaza San Martin celebrando el Dia de la Primavera fue registrado por las cámaras de televisión tocando y a los pocos dias fue contratado para algunas presentaciones en Sábado Continuados. El chico de la guitarrita estaba en TV.
Su vida amorosa se debate entre dos versiones, si fue Mariana…la fan, o fue Marcela… la chica de clase acomodada de Palermo. Para ambas dicen que el destino fue Brasil dejando tras ellas el mito de haber sido musas inspiradoras, de haber sido algun Amor de Primavera, o La Princesa Dorada que se veía en sus ojos Natural.
Según sus amigos Tanguito no se parecía en nada al personaje creado para la película “Tango Feroz” donde Fernán Mirás interpretaba a un muchacho con valores y claridad que no eran propios de la incoherencia y extravagancia que desbordaba Tango.
La decada del ’70 lo encontró derrumbado, con una adicción a las anfetaminas, varias detenciones que lo llevaron a Devoto y otras tantas internaciones en el Borda el cual supo aplicarle tratamientos altamente traumáticos que derivaron en el diagnóstico judicial catalogándolo oficialmente como “Demente”.
Una madrugada logró fugarse, logró llegar a la estación de Palermo, logró llegar a las vías…peró cayó y se fue, logró huir para siempre. Naufragó.

Nota: Natalia Cybuch

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