La Renga se presento en el Anfiteatro José Hernández, de la localidad de Jesús María, ante 30.000 personas.
Resulta increíble la cantidad de bandas internacionales que tocaron en nuestro país durante este año, sumadas a las que van a arribar durante la segunda mitad de este 2017. Metallica, The Strokes, The Who, Guns n´ Roses, Green Day. Estos por nombrar solo algunos, la lista se extiende a muchísimos shows más. Pero lo que me resulta mucho más increíble aun es que las bandas de nuestro rock no puedan tocar sin ser golpeadas por la prensa ni girar libremente como lo hace cualquier banda de afuera que llena estadios. Ojo, con esto no quiero decir que este mal que vengan los Guns y The Who, pero… ¿Por qué ellos sí y La Renga no?
El trío de mataderos está siendo censurado desde hace un tiempo. Digo “censura” porque nadie salió a dar motivos de la cancelación de los banquetes ni de la no habilitación de un estadio, como el de la ciudad de La Plata (donde toca todo el mundo), para que se lleven a cabo. Eso sumado a la paranoia generada por los medios en la última misa del indio en Olavarría, que tildo al público Renguero como “violento” e imposible de ser “controlado”, ya que se trata del “mismo público que asiste a las multitudinarias misas del Indio”. Por suerte, existe Córdoba.
Y es que por cuarta vez La Renga se presento en el Anfiteatro José Hernández, hogar del mítico festival de doma y folklore. Desde temprano (e incluso desde varios días antes) se fue colmando la ciudad de Jesús María. Como en las tres ocasiones anteriores la previa se dio en los alrededores del predio, precisamente en las vías del tren. Allí se armo nuevamente una gran carpa, atendida por los vecinos, donde se podía comprar comida y bebida para las almas rengas que necesitaban recobrar energía, luego de tantos kilómetros viajados. Daba placer ver a las viejitas y a los pibes y pibas mantener conversaciones en las barras mientras esperaban que se cocine la hamburguesa o se calienten las empanadas. Los trapos tampoco faltaron, uno de cada rincón del país, además de un par de banderas de los hermanos Uruguayos y de Peñarol. La sorpresa fue una bandera yankee que cada vez que se la veía dando vueltas por ahí era bajada casi al instante.
21 hs y no había señales de Chizzo, Tete, Tanque ni Manu. Nos empezábamos a impacientar, los últimos minutos, la calma antes del huracán, son los minutos que más lento se pasan. 21:15 se apagan las luces y se hace mas fuerte el cantito popular durante las increíbles intros que la banda nos muestra en cada banquete. Sin embargo esa euforia duro poco. Manso amague nos pegaron cuando apenas 15 segundos de oscurecido el campo de la doma se apagan las pantallas y el estadio vuelve a estar iluminado. Problemas técnicos, seguramente, que nos mantuvieron durante otros larguísimos diez minutos esperando, espectantes.
Minutos antes de las 21:30 la oscuridad volvió a reinar. En las pantallas nuevamente el video introductorio que esta vez nos presenta a monigotes deambulando en una ciudad postapocaliptica, hasta que son absorbidos por una especie de vórtice o agujero negro. De fondo podíamos oír lo que recordaba a un tema de las mejores épocas de Nine Inch Nails. Y ahí estaban ellos, Chizzo, Tete y Tanque seguidos por Manu en saxo y armónicas. Todo parecía perfecto. Y fue perfecto.
“Nómades” sonó primero y, si bien nos levanto a todos, no se comparo en nada con la vorágine que desato “Tripa y corazón”, quizá uno de los clásicos rengos más queridos. “Corazón fugitivo”, el nuevo hit con futuro de clásico (que en realidad ya lo es) cerró el triplete de arranque del que sería un extenso banquete.
Con “El twist del pibe” se escucharon los primeros vientos, diez puntos para Manu que seguro tiene dos pulmones de respaldo para poder sonar así. Finalizado, dieron el primer saludo a las casi 30.000 personas que colmaban el José Hernández, agradeciendo a córdoba que siempre los recibe con los brazos abiertos.
La primer sorpresa de la lista llego de la mano de “Veneno”, canción perteneciente a La Negra, banda también oriunda de Mataderos, que permitió que La Renga la inmortalice en “Despedazado por Mil Partes” allá por el ´96. Bajaron decibeles con una versión increíble de “Cualquier historia”, perteneciente a su disco del 2006 “Truenotierra”. Sonó también la canción que le da apertura, “El monstruo que crece”, que habían tocado por última vez en nuestra provincia también en Jesús María, el 23 de enero del 2010.
“Ser yo” y “Desnudo para siempre (o Despedazado por mil partes)” fueron la antesala ideal para los primeros invitados a la mesa del banquete. Los caños, los vientos, esos que levantan cualquier canción y le dan más fuerza, la decoran. Así se despacharon con “Dementes en el espacio” y “Vende Patria Clon”, tema que hizo a todos saltar al ritmo de “El que no salta es un ingles”.
“Gracias córdoba por dejarnos estar siempre a tu lado” fue el grito de Chizzo para dar paso a “A tu lado”, otro que hacía tiempo no escuchábamos por acá. En ese instante, Napoli comento que estaban desempolvando viejos temas, algunos muy olvidados, e invito a las tablas a Nacho Smilari, el ex poderoso violero de Vox Dei, para romper cabezas al ritmo de “Poder”. No conforme con tocar un solo tema, Nacho se quedo para una tremenda versión de “Panic Show”, con un solo a dos violas entre Gustavo y Smilari que fue histórico. Esas dos guitarras parecían una. Ellos dos parecían uno. A estas alturas sorprendía que no hayan hecho ningún comentario respecto a la triste situación que están viviendo, sorprendía que hayan hablado tan poco, pero parecía que no hacía falta. Las canciones que eligieron tocar esa noche expresaban todo ese cruce de sentimientos que seguramente necesitaban descargar.
Se ve que los años no vienen solos, y aunque veamos a Tete corriendo en las tablas como si fuera la primera vez, llega un punto que el cuerpo pasa factura. Tuvieron que parar unos minutos porque al menor de los hermanos Iglesias se le bajo la presión. Sin embargo, Tete
volvió intacto mientras Chizzo bromeaba: “Se hace el pendejo pero esta viejo ya”. No podía faltar “En el baldío”, uno de los más queridos, que de a poco nos iba mostrando el principio del fin. Sin embargo, aun faltaba bastante.
Emulando al dvd “Insoportablemente en vivo”, presento dos canciones de la misma forma que lo hizo en aquel banquete en cancha de Huracán. “Vamos a tratar de estar Bien Alto” y “Este es Oportunidad Oportuna” nos recordaron que es aburrida la sensación de saber lo que viene, y que se puede morir abajo pero también arriba; y siempre es mejor arriba.
“Oscuro diamante” nos hizo más livianos, nos dejo sin sentido, abriendo paso a “La razón que te demora” y a la primera despedida de la noche. Quizá el destino sea una mentira, pero lo que si era cierto es que iban a volver a subir al escenario. “Somos los mismos de siempre” fue el clasicazo de primer hora que despertó la melancolía de los más viejos. Con “El viento que todo empuja” aprendimos que nuestras almas son las que nos mueven, son la fuerza que no teníamos después de dos horas y media de un apetitoso banquete.
Y llego el final… “El final es en donde partí” hizo que deseáramos que durara por siempre, que no termine mas, porque todos, los 30 mil ahí presentes, sabíamos lo que seguía después. Un Gustavo Napoli emocionado volvió a agradecer a la ciudad de Jesús María, nombro a Córdoba como la capital nacional del rock Argentino por abrir sus puertas siempre a las bandas que lo necesitan, no solamente a ellos y dedico el último tema a una amiga de la banda que falleció hace poco, esperando que tenga “un buen viaje al otro lado”. Con los puños en alto, se entono “Hablando de la libertad”, el himno de cierre de todos y cada uno de los banquetes. En ese momento comenzaron a caer un par de gotitas finísimas del cielo, que si hubieran sido más contundentes hubieran pintado un cuadro inolvidable.
La Renga no es solo una banda, es algo tan grande como el cielo y las montañas y tan pequeño como una gota de rocío. Es el encontrarse con gente de todas partes, reencontrarse con las amistades. Es el abrazo que une. Es el llanto que nos lava. Es la fuerza para romper los engranajes que nos dominan. Es esas ganas de morir queriendo ser libre.
Cobertura realizada por Agustín Martínez, fotografías Martín Cornejo para www.delaviejaescuela.com
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