Desde Uruguay, La vela puerca hizo que se sacudan más banderas que nunca en el escenario Norte. En su octava presentación en el festival más federal del país, los uruguayos fueron responsables de una enorme migración de sur a norte, una diáspora musical sin precedentes. Tal vez porque tocaron un poco antes de tiempo, o tal vez por su importantísima historia en el rock nacional, el escenario norte recibió a muchas miles de almas con ganas de poguear. La nube sonó, con visuales a puro glitch, escalas ascendentes y una letra muy sentida. Casi todo fue coreada hasta mucho más atrás que el proscenio. Después de un fallido “¡Buenas noches!”sonó Sin avisar, también muy gritada. La velocidad inicial de La teoría puso a todos a saltar, movimiento que se traducía a las banderas que subían y bajaban. Los saltos se acoplaron los aplausos y coros, configurando un momento muy enfiestado de la presentación. Se asomaron también muchas banderas uruguayas, levantadas bien alto, para que los artistas sientan bien de cerca el apoyo de todos, pero especialmente el de sus compatriotas. La horizontalidad de los músicos es un plus, porque en otras agrupaciones similares es el vocalista, el frontman, quien suele llevarse todos los aplausos. En el caso de La Vela, toda la euforia parece repartirse en partes iguales a todos en el escenario. La calle adicción nos pegó a todos su estribillo, con su clarísimo mensaje de no pensar tanto en el pasado, sino mirar para arriba, para adelante. Mi diablo también recibió muchos aplausos y coros, como todo buen hit debería. Los aplausos hicieron ruido hasta bastante más atrás de las torres de sonido. De negro y rojo y Buenas mascotas fueron completando el set, hasta que el enano Teysera dijo: “Vamos a bajar un poco”, y presentó a Rally Barrionuevo, que se lució en la guitarra acústica. La luna de Neuquén bajó solo un poco la manija, nos dio a todos un respiro y un excelente motivo para lagrimear un poco.
El ritmo se fue levantando de a poco con El señor, seguido de Polidoro donde el enano golpeaba su corazón con el micrófono al ritmo del interludo.
Vino a continuación Zafar, la que suena en todos los fogones, y cuya letra todos sabemos. Todos las manos fueron al aire en perfecta sincronía, una suerte de metrónomo para los músicos. El favor sirvió, porque la interpretación de su clásico fue perfecta, impecable. Va a escampar, otro de los hitazos, puso a volar todas las banderas, todas las remeras, todo lo que estuviera a mano. Ya cerca de las 20hs, el sol empieza a acostarse, y la vista desde y hacia el escenario parece una pintura. La banda le tiene mucho cariño a Córdoba. Tanto es así que Destilar, su último trabajo en estudio fue grabado en Sonorámica, un estudio en medio de nuestras sierras. Por la ciudad hermanó a hijos de madres ajenas. Este himno del rock nacional es, también, un himno de hermandad, unos tres minutos pensados para compartir la pasión rockera que a todos los que nos gusta la música compartimos. y Mi semilla empezaron a redondear el set, con el enano sentado en el borde del escenario, para estar más cerca de la gente, todo en clave más melancólica. El soldado de plomo y Haciéndose pasar por luz fueron el preludio perfecto para Lleno de magia, cuyo riff fue saltado hasta por algunos guardias de seguridad. Así, La Vela Puerca cerró un set muy potente, en frente de más de diez mil personas, en el primer plato fuerte del sábado en el Cosquin Rock 2019.
Crónica realizada por Remigio Gonzalez, fotografía Martín Cornejo para www.delaviejaescuela.com
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