FITO PÁEZ "Córdoba siempre estuvo cerca"

Yo no sé cómo tiene que hacer uno para controlar la ansiedad que genera volver a encontrarse con esa persona que hace años que no ve pero que está deseando cruzársela en algún lugar, cuando el tiempo lo diga. La última vez que disfruté de un recital de Fito Páez en Córdoba fue en el 2012, ya habían pasado 4 años exactos, los suficientes como para que el destino volviera a entrelazar nuestros caminos. Y así fue como el viernes 5 de agosto, el rockero oriundo de Rosario presentó su show, 30 años de Giros, en la Plaza de la Música, con localidades agotadas de la mano de un público que seguramente estaba buscando lo mismo que yo: el impacto de Páez a través de sus canciones.

UN PASO A LA VEZ

La noche comenzó con Enrico Barbizi, un artista de gran trayectoria, que lleva alrededor de 10 años transitando el camino de los solistas, aunque nunca esté solo. No es fácil romper el hielo de lo que prometía ser una velada para el recuerdo. En especial cuando le daba la bienvenida a uno de los músicos que mejor ha sobrevivido a la vida del rock and roll y ha logrado trascender generaciones que incluyen desde los 80’ en adelante.
Supo manejar la presión y la soledad arriba de un escenario inmenso, con la timidez y humildad del cantante con experiencia pero sin necesidad de un ego. Esa es la sensación que me dejó: pudo comprometerse con sus canciones, haciendo de su presentación un mundo aparte, en que se respiraba su propio disfrute sin caer en la soberbia de quien hace lo que quiere sin importarle nada más.

SE OLFATEA LA TORMENTA

Se apagaron las luces y todos sabíamos que lo mejor estaba por venir. O al menos era lo que queríamos que pasara. Los gritos y aplausos se instalaron en un predio completo de personas. Altos y bajos. Grandes y chicos. Rubios, morochos, pelirrojos. Sí, ya sé lo que están pensando: ¿esta chica nunca fue a un recital?. Sí, he ido. Y por eso hago esta descripción: nunca me pasó de sentir tanta diversidad física e ideológica unida en una misma esencia llamada Fito Páez. Fue como oler las tormentas de verano y saber que nunca será la misma lluvia, aunque sepamos que se trata de agua cayendo del cielo.
El disco Giros cumplía años y el mejor regalo que tuvo fue la memoria indescriptible de aquellos que son seguidores infinitos de este artista. Los nueve temas que componen este trabajo discográfico tuvieron su reconocimiento en la audiencia fervorosa, en especial en las mujeres. Sin embargo, hubo tres que resaltaron: 11 y 6, por la ternura que emerge de la misma letra con un amor tan pobre y tan sincero como el de dos niños con apenas cuatro años de diferencia, Yo vengo a ofrecer mi corazón, por hacerse presente las Abuelas Plaza de Mayo en las cientos de voces que estaban ahí, y Cable a tierra, por el susurro de esperanza que te deja cuando uno cree que ya nada puede mejorar.

UNA PAUSA Y VOLVEMOS CON TODO

Tras una breve despedida, pero no definitiva, Páez volvió al escenario con un vestuario blanco y con la dosis justa de energía para rockear. Los clásicos no tardaron en llegar y luego de celebrarle el cumpleaños feliz a Giros, abrió paso a canciones que todos supimos y sabremos por el resto de nuestras vidas.
Naturaleza sangre, Ciudad de pobres corazones, Yo te amo, Polaroid de locura ordinaria, Circo Beat, Mariposa Technicolor, La rueda mágica, Folis Berget, Brillante sobre el mic, A rodar mi vida, fueron solo algunas de las letras que se acompañaron con fuerza desde la audiencia.
Lo más increíble de este show fue el proceso de transformación que sucedió en el público, generando imágenes tan distintas y al mismo tiempo tan hermanadas por la música. Abuelas, madres e hijas bailando abrazadas, niños en los hombros de sus padres aplaudiendo al ritmo de lo que escuchaban, amigas de años gritándole su amor a Fito, enamorados tratando de decidir cuál era la mejor opción: si besarse, cantar, o ambas en simultáneo. Eso es lo que genera este artista rosarino, muchas cosas imposibles de olvidar.

UN ADIÓS QUE ES UN ‘HASTA LUEGO

Córdoba ama a Fito Páez. Y él lo sabe porque lo siente. Un músico de esta trayectoria, con públicos tan diferentes, con canciones tan variadas, y algunas hasta imposibles de olvidar, merece un amor tan inmenso.
Las comparaciones no son recomendadas en estos casos, pero el sabor agridulce que me había quedado de nuestro último encuentro en aquel 2012, con un Fito con energía para tocar pero un poco enojado, tuvo su revancha.
Esta vez, la cosa fue de otra manera: resultó un deja vú, volver a vivir este show pero con un Páez relajado, conectado, tranquilo y con ganas. Quizás los cuatro años de descanso fueron necesarios para reencontrarnos y amarnos otra vez. Por eso…¡qué viva el rock, que viva Fito Páez!

Cobertura realizada por Florencia Lanter, fotografias Dayana Olmos para www.delaviejaescuela.com

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